Ni tan simple, ni tan Carlos

Friday, September 01, 2006

Decir de una pena lo que nunca será

Cuando salí del bar para ir a casa, quería apresurarme para llegar a dormir, ganar un poco de tiempo y descansar antes de tener que levantarme para dirigirme al trabajo. La prisa no venía conmigo. Me descubrí cansado física y anímicamente. Hubo situaciones que me sacudieron totalmente, golpes absurdos y hasta avergonzantes que no compartiré. Lo que sí puedo decir es que la magnitud del peso de una circunstancia menor crece increíblemente cuando estamos sentimentalmente disminuidos. Creo que tuve una profunda tristeza toda la noche. Lo supe porque esta mañana cuando en mi camino hacia el trabajo escuché el llanto de una mujer que duerme en la calle tirada entre un montón de cobijas y cartones, sentí que el cuerpo me pesaba muchísimo. El cuerpo no, el corazón. Me dolió el sonido de su estentóreo lamento adelantándose a recibir a los que tenemos que pasar delante de ella. Es imposible ignorarla. Es imposible ignorarse y creer que no nos conmueve. No dice nada, sólo llora. Tampoco pareciera que llora sino que grita. Aunque no puedo decir que grita, sino que se queja. Pero no es que se queje, es que ya no hay una palabra que pueda definir lo que hace. En ese sonido que ya no tiene una denominación posible, en esa nota alargada y desgarradora encontré algo equiparable a la tristeza que tengo. Contra todo lo que pueda pensarse, al reconocer mi tristeza comencé a alejarme de ella. Haber reconocido el grado de mi pena cortó de raíz la incertidumbre del grado que tuvo. La olvidé rápido. Al menos eso creo. Ahora que recupero los hechos para escribirlos me doy cuenta de que por lo menos la dolencia esa malcriada que tuve ayer, se tranquilizó. Borracho de pena estuve, crudo ahora, renovado...

1 Comments:

At 2:00 PM, Anonymous Anonymous said...

Creo que la pena que más duele es la nuestra que se alcanza a mirar en otros

 

Post a Comment

<< Home