Silencio entre la delgada lluvia
Una delgada lluvia ha hecho que por momentos este anochecer sea silencioso. La amenaza de la falla de energía me obliga pensar en situaciones básicas. Recordar sería lo primero que haría para combatir las largas horas en que la penumbra habitaría los espacios que la luz no alcance. Sin embargo hay luz. La tormenta no fue tan fuerte y el silencio poco a poco, en los alrededores de mi casa, se ha ido poblando nuevamente. La nostalgia y la lluvia se contienen recíprocamente. Se que hoy me estoy llenando de lugares comunes, pero lo último que se me ocurre es dejar que la melancolía se vaya. Claustro de mi soledad amurallado por la líquida y tenue lluvia. Hacia el encuentro con lo que he sido es que esta humedad me lleva. Hoy por la tarde pensé que a partir de estos días siempre tendremos una nube que, sin embargo, sin afán y sin premura, se mueva. Llueve al atardecer de todos los días, llueve al atardecer de todas las vidas. Lloverá al atardecer de todos los amores. Lloverá a la luz de una luna opaca. Lloverá ante un sol lejano, más lejano aún que pincelará agónicamente con sus breves destellos. Recomiendo una botella de vino que no se apure a tragos hondos, una soledad que sea equiparable al grado de lluvia interna y una grave dosis de nostalgia. Habrá que pensar en la claridad y la frescura del día siguiente, del momento que viene, del instante que al igual que la lluvia huye ante el viento de la prometida mañana. No puede dejar de amanecer, no puede llover eternamente.
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