Ni tan simple, ni tan Carlos

Thursday, May 11, 2006

Sólida materia de la soledad

Me siento como cuando descubrí que era bueno para las matemáticas, o como alguna de esas ocasiones en las que me encontré haciendo algo que siempre supe hacer y que yo creía que no. Lo mismo cuando no sabía que sabía nadar hasta que estuve nadando. Siendo solitario fue que descubrí el tamaño de mi soledad, también su límite. No me di cuenta que estaba solo hasta la noche en que lo estuve. Que tan solo debí sentirme para no enterarme. Lo mejor del caso es que no tuve que preguntarme si estaba solo. Mejor aún, no tuve que responderme que estaba solo. Algunos días siento una soledad que se me adhiere y que no me pertenece, que tal vez se me contagia de alguna calle solitaria por la que tuve que haber pasado. Me pongo a pensar que yo no me creé esa soledad. Yo no la quería. El caso es que la tengo y desconozco los motivos. La asumo como uno más de los cargos que veo aparecer en el estado de cuenta de mi vida. Ahora que la veo en mi cara, porque ha llegado hasta ella y la he descubierto ahora que estuve frente al espejo, me parece muy natural. Qué cierta es, qué desenvuelta. No sé, sin embargo, hasta donde se extiende precisamente. Y es que he descubierto, peligrosamente, que mi soledad no se va cuando alguien me acompaña.

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